29/6/10

Relato: Para Jetzabel

Querida Jetzabel:
    Si lees esta carta, significa que ya habré muerto. Aunque lamentablemente hace tiempo que me hallaba rondando ese oscuro mundo, pues una gran tristeza afligía mi alma. Así que perdóname, amor mío, pues no podía vivir así. Tuve que elegir.
    Nunca olvidaré la primera vez que te vi. ¡No!  Sería lo más correcto la primera vez que te oí, me volví pues una risa angelical lleno todo el recinto en el que estaba. Y allí, estabas tú, con tu corte de amigos y pretendientes. Brillando como la estrella polar en medio de mi noche de oscuridad.  Mi llegada a esta ciudad, abandonando a mis hermanos, había sido una gran tragedia para mí, pues desde la adolescencia no me había separado de ellos. Y un gran vacío reinaba en mi corazón debido a que había dejado a tras todo lo que llamaba mi familia. Hasta que te encontré, allí estabas tú con tu suave cabello negro recogido, esos ojos verdes como el mar, que estaban mirándome solo a mí, en toda aquella inmensa sala. Hubiera parado en mundo en ese instante, pues fue uno de los momentos de más dicha de toda mi vida.
    Cuando te levantaste, dejando todos aquellos hombres y viniste a mi mesa, el corazón quiso huir de mi pecho, y me encogí como un ratón ante un gato intentando no ser visto. Que bella fue tu voz, la primera vez que la oí, nunca perdiste tu tono angelical. Siempre supuse que debías ser un ángel caído del cielo, y que razón tenía.
    Nunca olvidaré los primeros meses en que todo era amor, felicidad y ternura. Atesoro cada uno de esos minutos con gran cariño, pero vida mía, hubieron detalles a los que cerré los ojos por el amor que te procesaba. Lentamente fui cayendo en tus garras tan endulzadas con las mieles del amor que te rendía, que no me di cuenta que con ellas me estabas estrangulando y arrastrando a la condenación eterna.
    Amor mío, te hubiera entregado mi alma solo con pedirla, pues te amo con cada uno de sus rincones y recovecos. Pero lamentablemente, nunca has querido mi alma así, la querías un poco más física y entre tus garras, para destruirla y devorarla.
    Hace unas pocas semanas, llegó uno de mis tutores, cuyo nombre no importa. Estaba exultante de felicidad, debido a tu supuesto amor y  a que parte de mi familia otra vez estaba a mi lado. Pero que ciego estaba, y cuanto he sufrido por ello. ¿Realmente en algún momento me amaste? En estos últimos días, he llegado a pensar que la muerte sería una buena escapatoria de mi dolor, pues no deseo cumplir lo que me ha sido ordenado. Dios no quiera que lo logre, pues yo aun te adoró.
    Aun me cuesta creer, lo que mi tutor me demostró. No puedo verte como el ser repulsivo que debieras ser, vida mía, sé lo que eres, y esta noche mientras esta carta reposa en mi escritorio, estaré bebiendo cada uno de tus besos, acariciando tu piel, atesorando tus palabras y estas serán las últimas de mi vida, pues no creo que jamás amé a otra, como te amado a ti, mi tesoro.
    Lo que más me atormenta, es que haga lo que haga nuestro amor no tiene futuro, pues tarde o temprano, te aburrirías de mí y me arrancarías el alma. He intentando idear mil planes para huir, protegerte o cambiarte, pero son totalmente inútiles, dado tu naturaleza. Mis tutores siempre han dicho que es más fácil cambiar el curso de una tempestad que la naturaleza de un alma. Cielo mío, cuanto he sufrido, justificando cada uno de tus actos. Pero me abrieron los ojos y solo puedo ver las atrocidades que has cometido, y las que lamentablemente cometerás pues es tu naturaleza hacerlo.
    Con todo esto, me veo avocado a una única solución. Y es devolverte al lugar donde perteneces, para que no puedas seguir haciendo daño. Lamentablemente no me está permitido seguirte. Por lo que me habré de quedar aquí, sin ti, si logro cumplir mi objetivo.  Mi amor, quiero que sepas que te he amado todo lo que un ser humano puede llegar a amar, pero debido a tu naturaleza, uno de los dos no amanecerá. Y espero con toda mi alma, que puedas leer esta carta, porque sino seré el hombre más desgraciado que pise la faz de la tierra.
     Se despide el hombre que creyó atesorar tu amor, un iluso. 


Sin críticas es imposible mejorar, ¿Me ayudas?