12/1/12

Relato: Noche extraña

El sonido del infernal despertador comenzó a sonar primero bajo para elevarse a un tono insoportable, hacía minutos que estaba despierta contemplando como se proyectaban en el techo la hora, esperando que de alguna forma que no llegara la hora de despertarse. Pero allí estaba aquella maldita alarma que me confirmaba que el mundo seguía adelante a pesar de mis sentimientos. Me arrastre hasta el baño, era mi primera y ultima parada para arreglarme antes de ir al trabajo. Otra vez aquella maldita cisterna perdía agua, ya era la tercera vez en aquella semana que la reparaba, tendría que cambiar algunas piezas. Lentamente continúe las rutinas matutinas antes de salir a trabajar.
Odiaba mi trabajo, bueno no es que lo odiara lo que detestaba era la rutina en que se había convertido, el payaso de recursos humanos me había mentido, como siempre esas sabandijas te venden una cosa y la realidad era otra .Hacia meses que me había cambiado de trabajo, por un aumento de sueldo y un trabajo interesante, a una chica soltera siempre le viene bien un dinero extra, pero el trabajo interesante se convirtió igual que en el cuento de cenicienta en la calabaza, y lo peor es que estaba podrida… Todos los días me tenía que montar en un autobús repleto, apretujándonos como sardinas. Y la verdad es que estar apretujados no era lo peor, hay cosas peores como los cerdos que aprovechaban para meterte mano aprovechando la aglomeración, no sabía que era peor que te intentaran robar o eso. Bueno, cuando hace mas de dos años que no has tenido ningún tipo de relación.. la primera reacción es de ‘este llega a su casa hoy sin el carnet de padre’ mientras le metes un codazo, pero luego cuando bajas del autobús te consuelas tristemente diciéndote bueno aun atraigo a alguien... después te deprimes pensando que el único ser que te ha querido tocar en ese par de años es un pervertido y otra vez te cabreas... y continuas en ese ciclo hasta que algo peor te pasa, porque siempre pasa. Además es que cuando no es un pervertido... puedes tener a tu lado la mujer chillona/cotilla/mandona que no deja de dar ordenes por el móvil, mientras te taladra el oído con sus conversaciones que ni te viene ni te van. Aunque hay algo peor que este espécimen, el ‘eua de homme’ ese pedazo de cerdo que huele a rancio sudor concentrado a las siete de la mañana, y que si se quitara la ropa esta saldría huyendo por tener ya vida propia, de este tenemos dos versiones el puro, y el encoloniado que añade a su fragancia natural dos litros de colonia de granel...
Así que todos los días después de un encantador viaje lograba llegar mas o menos compuesta a mi interesante trabajo, y donde pasaba doce horas hasta volver a mi piso vacio, donde ni me esperaban las cucarachas, porque no habían tenido la decencia de venir a hacerme compañía. Así era cada día de mi vida, mientras esperaba que algo cambiara o llegara ese príncipe azul que aparecía siempre en los cuentos salvando a princesas y damas, pero el maldito nunca aparecía, por lo visto debía ser un requisito primordial tener sangre azul en las venas... y se veía que mi sangre era tan roja como un tomate maduro. Así que seguía en mi tormento día tras día, sin ningún maravilloso rescate que me salvara de mi vida y lo peor es que yo hacía menos para salvarme de ella.
Había llegado a casa después de tener otro día clónico, pues había sido igual que el anterior y que el anterior y que últimamente la mayoría de mi vida. Como siempre comencé las rutinas nocturnas, revisé el correo y mandé algunos correos, cociné la comida del día siguiente y la metí en la tartera, y para cenar como no tenía hambre, pues estaba constipada y mi nariz congestionada no me dejaba respirar, me hice un emparedado de queso con tomate natural. Encendí la tele y comencé a pasar los canales hasta recorrer todas las frecuencias, y descubrir que en mas de cuarenta canales no había nada decente que ver. Así que la apagué y comí en el silencio del salón mi cena.
Como una buena chica limpié las migas que el emparedado había desprendido, y llevé el plato a la cocina donde me esperaban los cacharros que había utilizado para hacer mi comida, cogí los guantes y comencé a fregarlos. No era que no tuviera dinero para comprarme un lavavajillas, es que no tenía tiempo ni para comprarlo ni esperarlo. Después de secar y colocar todos los cacharros en su sitio, cogí la tartera ya fría, la tapé y metí en el frigorífico. Allí al lado de donde había colocado el envase, me fije que había una lechuga disecada, no se había llegado a podrir. Revise que mas cosas se habían pasado, todo lo que me pareció que olía mal o tenía mal aspecto fue parar al cubo de la basura.
La basura estaba casi llena y mañana olería, además que por mucho que deseaba compañía, no quería que me visitaran cucarachas o demás insectos. Así cogí las llaves, até la bolsa de la basura, mientras salía de mi apartamento como siempre solté el ‘ahora vuelvo, voy a echar la basura’, al principio era por la costumbre, pero luego al estar sola se lo dices a tu piso vacio esperando en cierto modo te espere y parezca mas acogedor a la vuelta. Después descubrí que en el pasillo detrás de la puerta D, había una anciana cotilla que siempre que oía un ruido en el descansillo, observaba por la mirilla. Ahora se lo decía a ella, en cierta forma me reconfortaba que aquella viejecita se enterara de donde iba, pues quizás si no volvía pronto porque me había pasado algo llamaría pidiendo auxilio.
Bajé por las escaleras, pensando que sería hacer algo de ejercicio, había pensado muchas veces en apuntarme a un gimnasio pero era otra cosa que había postergado por la falta de tiempo. Cuando llegué al portal vi la calle vacía, las farolas la iluminaban perfectamente. Abrí el portal y una brisa cálida golpeo mi cara, parecía que el verano este año se había adelantado, y mientras caminaba al cubo de la basura que estaba al otro lado de la calle casi en la esquina pensaba si los bañadores que tenía me vendrían bien o tendría que comprar otros. Aunque la verdad sería una perdida de tiempo pues no tendría tiempo como siempre, y demás había engordado unos cuantos kilos... Abrí el cubo y deposite la bolsa allí, cuando algo llamó mi atención .
Cuando clavé los ojos en medio de la calle, allí plantado había una especie de dragón de esos que aparecen en las ilustraciones de los niños donde aparece el príncipe luchando contra la fiera, de repente mi mente reaccionó, aquello no podía ser un dragón simplemente sería un lagarto o de la familia de estos, de gran tamaño que se había escapado. Comencé a repasar mentalmente todos los documentales de fauna que había visto, los lagartos y similares normalmente eran insectívoros o carnívoros, y aquel bicho no parecía que le fuera comerse un par de polillas, más bien parecía que yo podría ser su cena. Comencé a rogar que aquello no me hubiera visto o que fuera herbívoro, no era acaparadora con solo que se cumpliera una de mis peticiones, me bastaba. Pero por lo que se ve nadie escucho mis ruegos. Aquello me miraba fijamente y parecía decir vaya que suerte he encontrado la cena.
Solté suavemente la bolsa y comencé a retroceder lentamente para llegar a la esquina, pero el lagarto comenzó a avanzar hacia mi. Así que me di la vuelta y comencé a correr, por la acera esperando que los coches hicieran de parapeto como un burladero, apenas avancé un decena de metros por la calle cuando aquello, saltó encima de los coches destrozándolos y activando las alarmas de algunos de ellos. Ágil con un zarpazo me agarro, mientras oía crujir algunas de mis costillas. Solo me podía repetir que aquello no podía ser, que debía ser un sueño.
- Tu no existes – grite mientras mis costillas doloridas se quejaban – solo eres un producto de mi imaginación, parte de un sueño.
- No, no existo pero tu vas a ser mi cena – respondió aquello sonriendo mientras mostraba una gran hilera de dientes.
- Además los dragones solo comen vírgenes y princesas – respondí – y yo no cumplo ninguno de los dos requisitos...
- Craso error, yo solo como carne, pero me da igual de donde proceda – soltó el dragón riéndose – Lo de las vírgenes y princesas debió ser algún compañero de gustos especiales, a mi me vasta con que no este podrida.
- Tengo alto el colesterol y excesiva grasa...
- Ni idea de lo que es el colesterol y además la grasa da jugosidad a la carne.
- No me he duchado hoy – respondí.
- Bueno en la edad media solo se bañaban una vez al año y aun sigo aquí.
- Soy vieja, mi carne estará correosa.
- ¿Tu vieja? Venga ya, esa no me la cuelas – respondió - Vas a ser un bocadito tierno...
- Tengo mal sabor
- ¿De verdad? – dijo , mientras su lengua bífida recorrió parte de mi cuello y mejilla – No, no lo tienes... diría que tienes un buen sabor...
Mientras aquello me lamia, pensé que había tenido una vida que había sido patética, no había hecho nada que me gustara realmente. Había vivido para trabajar y no trabajado para vivir. Toda mi vida había sido un desperdicio y lo único bueno en aquellas semanas, me lo había dicho un bicho escamoso y gigantesco que me iba a comer, dentro de toda aquello me alegraba que aquello no me consideraba vieja.
- ¿Puedo pedir una ultima voluntad?
- Depende. Nada de jugarse la libertad, ni que no te coma, ni similares...
- No – le corte - simplemente es que no sienta dolor... que no me entere...
- Bueno - dijo resignado - se intentara que sufras lo menos posible
- Es mi ultima voluntad deberías respetarla sino...- Invente - sino volveré como un fantasma para atormentarte el resto de la eternidad y no querrás eso.
- Pero que difícil se hace últimamente comer - se quejó el dragón – es que no podéis solo desmayaros o gritar hasta que os arranque la cabeza de un bocado... ¡No tenéis que haber peticiones!
- Pues come animales que no hablan – le recrimine – si te comieras una vaca o oveja no tendrías estos problemas.
- ¿Disculpa no me compararas el sabor de una vaca con el de un humano?¿Sabes lo que molesta la lana que te queda entre los dientes? ¿Por no hablar de los insectos y la tierra que llevan?
- Come cerdo que dicen que sabe igual
- Pero quien te ha dicho esa estupidez, el sabor es totalmente distinto – respondió aquello – el humano es mas como decirlo...
De repente, aquella criatura se quedo quieta y comenzó a convertirse en piedra, lentamente desde las patas que estaban posadas en el asfalto hasta la punta de su morro. Se había convertido en una estatua de piedra. Estire la mano y le di unos golpecitos en el morro donde aun mostraba su boca abierta mostrando sus dientes, aquello no estaba vivo ya. De pronto, aparecieron una media docena de hombre de uniforme, al fin la policía había llegado, pero aquellos no eran de policías, tenían bastantes diferencias. Estos rápidamente se distribuyeron a lo largo de la calle y comenzaron ha hacer cosas extrañas. Mientras detrás del dragón petrificado, apareció una mujer como sacada de una revista de modelos. Era alta rubia, de ojos azules, delgada y de facciones andróginas. Rodeo la criatura y se acerco a donde estaba.
- ¿Se encuentra bien? – pregunto
- Pues contando que me ha estado a punto de comer una criatura mítica que se acaba de transformar en piedra y que me ha machacado las costillas – respondí – bastante bien para lo que cabría esperar.
- Me alegro que se muestre calmada – afirmó – es una ayuda.
- Pues que bien, me alegro – dije – ¿Pero tenéis algún plan para sacarme de la garra de esta cosa petrificada?
- Eso se encargara cuando llegue el especialista - respondió – Mientras ¿podría contestarme a algunas preguntas?
- ¿Me vas hacer preguntas burocráticas mientras un dragón petrificado me sostiene en su garra?
- Bueno, así podemos aprovechar el tiempo... así una vez libre podrá volver a su casa sin demora.
- Ah, que bien...
- ¿Nombre y apellido?
- Susana Muñoz
- ¿Cabello castaño claro o tenido?
- Cabello castaño claro natural
- ¿Ojos grises... que color tienen?
- Si, son gris violáceo con matices dorados.
- Ah... ¿Mide uno y sesenta y cinco?
- Uno sesenta y seis
- Peso setenta y ...
- Dejémoslo en setenta ¿Vale?
- ¿Trabajo?
- Por cuenta ajena.
- ¿En que?
- ¿Para que necesita ese dato?
- Vale... ¿Dirección?
- Pues en esa calle – dije señalando mi calle – el numero 67
Mientras estábamos hablando un hombre mayor cubierto con un abrigo negro de paño se acerco, comenzó a mirar la estatua, para terminar tocando la pata que me sostenía, en ese momento el interrogatorio paro. El hombre lentamente comenzó a acariciar la piel y la sujeción de la garra se fue haciendo mas ligera hasta que me deslice hasta el suelo donde me sujetaron. Me tumbaron entre los dos en el suelo, las costillas me dolían, aquello me debía haber roto algo. El hombre comenzó a deslizar sus manos sobre ellas y el dolor se fue diluyendo hasta calmarse. De alguna forma todo volvía a estar bien. Cuando me incorpore le pude ver bien, era un hombre que rondaba la cincuentena de cabello negros con las sienes plateadas por las canas, sus ojos eran negros, y sus labios estaban ocultos por una barba negra.
- Bueno, ya todo esta bien, no ha pasado nada – susurro situando su mano sobre mi sien – has salido a tirar la basura como siempre, y no ha pasado nada, ahora te vas a ir a casa y olvidaras todo lo que te ha sucedido. Mañana llamaras al trabajo, dirás que estas enferma, iras al médico. Ahora vete a casa y descansa pues has tenido un día muy duro de trabajo y tienes que descansar. ¿Qué tiene que hacer?
- Irme a casa, llamar al trabajo porque estoy mala y visitar al medico
- Muy bien, buena chica – dijo el hombre – Vete ya.
Mientras me iba a casa vi como los distintos agentes arreglaban los desperfectos que el dragón había ocasionado en la calle. Al llegar a la esquina que la calle hacia esquina con la mía, sentí ganas de volverme para ver al dragón petrificado, pero algo me dijo que eso era lo peor que podía hacer. Así que continúe camino hasta mi portal, subí, abrí mi puerta para cerrarla y atrancarla con todo lo que tenia. Entonces me fui a mi cama, me senté, cogí la alomada, y comencé a llorar, sofocando el ruido de mi llanto con la almohada. Cuando me sentí vacía, me tumbe boca arriba para intentar dormir. Había sido un día para olvidar.

Sin críticas es imposible mejorar, ¿Me ayudas?

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